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P. Th. Cacciari, De Priscillianistarum hæresi et historia (1751); en la de Simón de Vríes, Dissertatio critica de Priscillianistis eorumque fatis, doctrina et moribus (Trajecti ad Rhenum, 1745); en la Geschichte des Priszillianismus, de J. M. Mandernach (1851); en los Estudios histórico-criticos sobre el Priscilianismo, del sabio Canónigo de Santiago D. Antonio López Ferreiro (1878), y en el tomo I de mi Historia de los heterodoxos españoles (1879); sin contar una porción de libros que más incidentalmente tratan de este asunto, tales como las historias eclesiásticas de España, de Gams y Lafuente; las historias generales del gnosticismo, como la de Matter (1833), y del maniqueísmo, como la de Baur (Das manichäische Religious system, 1831), y el importantísimo estudio de Jacobo Bernays sobre la Crónica de Sulpicio Severo (Berlín, 1861).

Claro es que no todos estos trabajos tienen el mismo valor, y que, procediendo casi todos de teólogos de diversas comuniones, adolecen más o menos del carácter polémico y del punto de vista confesional propio de sus autores. Pero la parte meramente histórica procede siempre de las mismas fuentes (Sulpicio Severo, San Jerónimo, San Agustín, Orosio, Bachiario, Idacio, San León Magno, San Próspero, Montano, Santo Toribio, San Isidoro, algunas actas de Concilios, etc.), textos que reunió y concordó J. Enr. Bern. Luebkert en su tesis muy útil De hæresi Priscillianistarum ex fontibus denuo collatis (Hauniæ, 1840) (1).

Estas referencias son evidentemente muy exiguas, aun contando con que muchas de ellas no son de contemporáneos de Priscilianismo. Casi todas hablan de los discípulos más bien que del maestro, y se fundan en tradiciones orales de muy dudosa procedencia. Sulpicio Severo, que es el que nos ofrece una narración más seguida, escribe de un modo retórico, imi

(1) Véase la lista completa de los documentos y autores que extracta: Acta Conciliorum. — Ambrosius. — Augustinus. - Bachiarius. — Damasus.— Hieronymus.-Idatius.—Innocentius.—Isidorus.—Leo Magnus.-Maximus imperator.-Montanus. — Orosius. - Pacatus. - Philastrius. Prædestinatus. Prosper.-Prudentius.—Siricius. - Sulpicius Severus.-Theodosianus codex.Turribius.-Vincentius Lerinensis.

tando inoportunamente á Salustio, y hace sospechar de su imparcialidad histórica por el manifiesto empeño que pone en realzar á toda costa la figura de San Martín de Tours, y representar con odiosos colores á los Obispos españoles que disintieron de su opinión.

Por otra parte, habiendo sido Prisciliano un teólogo, un pensador religioso, un jefe de secta, cuyo influjo fué tan hondo que persistió por más de dos siglos, apenas conocíamos su doctrina más que por testimonio de sus adversarios; y el único fragmento que se citaba de sus escritos era tan corto y tan obscuro, que por él era imposible formar juicio de sus ideas ni de las contradictorias acusaciones de que fué víctima. No había, pues, más recurso, y á él habíamos acudido todos los expositores del Priscilianismo, que comparar todos estos insuficientes datos con lo que arrojan de sí las fuentes generales del gnosticismo: método muy ocasionado á errores, tanto por la manera fragmentaria con que el dogma priscilianista aparece en los dos escritos que más de propósito le combaten (es á saber, en el Commonitorium de Orosio y en la decretal de San León el Magno), cuanto por ser uno y otro posteriores á la edad de Prisciliano y presentarnos acaso una fase secundaria de la herejía, una derivación ó recrudescencía de ella más bien que lo que directamente enseñó el célebre Obispo de Avila.

Es notorio entre los aficionados á estos estudios, que desde el año 1851 la historia del gnosticismo entró en una nueva fase con la publicación simultánea de dos monumentos de primer orden: los siete últimos libros de los Philosophumena, que primeramente se atribuyeron á Orígenes y luego á San Hipólito, texto griego traído á París por Mynoide Mynas, y dado á luz en Oxford por Miller; y el libro copto de la Pistis Sophia, traducido al latín por Schwartze y atribuído por leves conjeturas al heresiarca Valentino, si bien su editor Petermann se inclina más bien á tener tan extraña lucubración por parto de la delirante fantasía de algún afiliado á la secta de los ophitas (1). Pero estos tratados concernientes á las sutilísimas doc

(1) Origenis Philosophumena sive omnium hæresum Refutatio. E codice

trinas de la primitiva gnosis oriental, que sólo muy remoto parentesco tenía con la profesada en Galicia, eran para nosotros de muy indirecto auxilio; ni tampoco prestaba nueva luz al investigador español el magnífico Corpus Hæreseologicum, de Oehler, por muy atentamente que se escudriñasen sus páginas. Pero la luz vino por fin, y vino de donde menos podía esperarse. Cualquiera pensaría que las obras de Prisciliano, caso de existir en alguna parte, yacieran escondidas en alguna biblioteca española, y más señaladamente en alguna biblioteca de Galicia, centro principal de aquella famosa herejía. Y, sin embargo (¡caso por demás extraño!), los once opúsculos de Prisciliano de cuyo texto gozamos hoy, han aparecido en una biblioteca de Baviera, la de la Universidad de Wurzbourg. Débese este feliz descubrimiento, que no dudamos en calificar de uno de los más curiosos é interesantes para la historia de España que en estos últimos años se han hecho, á la pericia y diligencia del Dr. Jorge Schepss, que en 1885 encontró dichos tratados, sin nombre de autor, en un códice de fines del siglo v ó principios del vi; y persuadido por su lectura de que ningún otro que Prisciliano podía ser su autor, divulgó su descubrimiento al año siguiente en una curiosa Memoria, que comienza con la reproducción en facsímile de una hoja del manuscrito original, que presenta evidentes caracteres de escritura española (1). El mismo Dr. Schepss llevó á término, bajo los auspicios de la Academia Imperial de Viena, la publicación de los escritos priscilianistas en 1889, formando con ellos el

Parisino nunc primum edidit Emmanuel Miller. Oxonii, e Typographeo Academico, 1851: 4.° El códice era relativamente de poca antigüedad (siglo XIV).

Pistis Sophia. Opus Gnosticum Valentino adjudicatum, e codice manuscripto Londinensi. Descripsit et Latine vertit M. G. Schwartze. Edidit H. Petermann. Berolini, in Frid. Duemleri Libraria, 1851. Texto copto y traducción latina. Petermann dice en el prólogo: «Tantum abest ut ego Valentinum auctorem agnoscam, ut re ab ullo quidem eius assecla, sed ab ophita quodam seriore potius scriptum esse arbitror.

(1) Priscilliam, Ein Neuaufgefundener Lat. Schriftsteller des 4. Jahrhunderts Vortrag gehalten am 18 Mai 1886 in der Philologisch-Historischen Gesellschaft zu Würtzburg von Dr. Georg Schepss, X. Studienlehrer am Humanist. Gymnasium Mit einem Blatt in Originalgrösse facsimiledruck des Manuscriptes Würtzburg, A. Stuber's Verlagsbuchhandlung 1886,

tomo XVIII del Corpus Ecclesiasticorum Latinorum, que con gran provecho de la erudición patrística va dando á luz aquella docta Corporación, y en el cual son ya varios los tomos de particular interés para España (1). Esta edición, no sólo da á conocer con toda exactitud paleográfica el texto del manuscrito de Würtzbourg, que comprende los once tratados, sino que incluye también los Cánones del Obispo Peregrino (sólo en parte publicados antes por el P. Zaccaria y por Angelo Mai), y el Commonitorium de Orosio, sobre los errores de priscilianistas y origenistas, ilustrando todas estas piezas con variantes de los diversos códices, anotaciones críticas é índices.

Una publicación de tal novedad no podía menos de suscitar desde luego importantes comentarios en las escuelas teológicas de Alemania, donde nunca faltan expositores y defensores para los sistemas más obscuros, para las causas más abandonadas. Un joven profesor del Seminario Evangélico de Tubinga, Dr. Federico Paret, se enamoró de la figura teológica de Prisciliano, le convirtió en un santo y en un padre de la Iglesia, emprendió vindicarle de todos sus enemigos, y compuso sobre su doctrina un grueso volumen, lleno de erudición y talento (2), pero en el cual predomina el criterio teológico sobre el histórico, y apuntan demasiado las preocupaciones sectarias y escolásticas de su autor.

No sé que en España, á quien en primer término interesa la historia de Prisciliano, haya dado nadie cuenta de estas publicaciones á pesar del tiempo transcurrido. Tampoco en Francia, á quien secundariamente importan, por la difusión que el Priscilianismo tuvo en la Galia meridional, se ha he

(1) Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum editum consilio et impensis Academiæ Litterarum Cæsarea Vindobonensis. Vol. XVIII. Priscilliani quæ supersunt. Recensuit Georgius Schepss. Accedit Orosii Communitorium de errore Priscillianistarum et Origenistarum Vindobone, F. Tempsky, 1889.

(2) Priscillianus Ein Reformator des vierten Jahrhunderts. Eine Kirchengeschichtliche Studie zugleich ein Kommentar zu den erhaltenem Schriften Priscillians von Friedrich Paret Dr. Phil. Repetentam Evang-Theol. Seminar in Tübingen Würzburg, A. Stuber's Verlagsbuchhandlung 1891.

cho alusión á ellos, salvo en dos ligeros artículos, que apenas merecerían recuerdo á no ser por el crédito y difusión del periódico que los publicó (1).

Y puesto que otros más competentes que yo en materias teológicas no se deciden á emprender esta tarea árida, ingrata y prolija, cuyas dificultades no quiero ocultar de ningún modo por lo mismo que no tengo la pretensión de vencerlas, intentaré yo, pro virili parte, suplir este vacío y cumplir con mi propia conciencia, corrigiendo de paso cuanto encuentre digno de corrección en mi ya antiguo y casi infantil estudio acerca del Priscilianismo, y afirmándome al propio tiempo en todo aquello que después de los nuevos descubrimientos continúa pareciéndome verdadero.

Para desprenderme enteramente de toda preocupación que en mi ánimo hayan podido dejar, ya mis antiguos estudios, ya las novísimas lucubraciones de Paret y otros (que utilizaré, sin embargo, en lo que tienen de comentario), tomaré por única guía la publicación de Schepss, exponiendo minuciosamente el contenido de cada tratado, traduciendo íntegros los principales pasajes en cuanto lo permita la incorrección y la barbarie del estilo de Prisciliano, comparándolo con los datos conocidos antes acerca de esta herejía, y procurando formar de todo ello un juicio recto y desapasionado. No disimularé que la labor es poco amena, y que quizá los resultados sean exiguos; pero no puedo menos de acometerla, por lo mismo que soy uno de los pocos españoles que mal ó bien han tratado modernamente de estas materias, y que procuran seguir con atención los progresos de la historia religiosa en lo que á nos

otros atañe.

(Se continuará.)

M. MENÉNDEZ Y PELAYO.

(1) Le Temps, 17 y 18 de Febrero de 1891. Une Résurrection. Dos artículos firmados por Andrés Lavertujon.

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